Dile que no me tema, amor,
y dile
que estoy a su lado como el aire,
como un cristal de niebla o como el viento
que se aquieta la tarde.
Dile que no me huya, amor,
y dile
que no me vuelva a herir,
que no me aparte,
que soy el brillo húmedo en sus ojos
y el latido en su sangre.
Dile que no me aleje, amor,
y dile
que yo soy el umbral de su morada,
el agua de su sed
y aquel único pan para su hambre.
Dile que no se oculte, amor,
y dile
que ya no tengo rostro ni señales
de haber vivido antes de quererme.
De haber vivido, antes.
Dile que no recuerde
y dile
que no respire, amor,
sin respirarme.