La prosperidad es la herencia divina de cada persona. Cosechar la provisión abundante de Dios viene al aceptar responsabilidad por mi conciencia con respecto a asuntos financieros.

Afirmo que Dios es mi fuente de prosperidad instantánea, constante e infinita, y me permito sentir la verdad de esas palabras. Fomento estas semillas de pensamiento en el suelo fértil de la sustancia divina y desyerbo cualquier pensamiento de escasez o limitación que pueda dañar los frutos de mi trabajo. Con fe, mantengo mis pensamientos centrados en las ideas divinas de abundancia y suficiencia.

Al cultivar mi conciencia, abro el camino para bendiciones nuevas e infinitas.

Cuando las cosas no van como pienso que deberían, ¿me frustro o tengo dudas? Si es así, puedo tomar un momento para poner a un lado estos pensamientos y pensar en Dios. Mi fortaleza, mi valor, mi confianza provienen de mi relación personal con lo Divino. Dios me ama y me llena de la paz que sobrepasa todo entendimiento. Rodeado por el manto del amor y la paz de Dios, encuentro la paciencia para superar todo desafío.

Soy paciente y bondadoso. Me considero un embajador de la paz en la Tierra, y sé de corazón que la voluntad de Dios se hace —aunque a veces no sea aparente inmediatamente.

Dejo ir la duda y permanezco firme. Espero pacientemente que el bien de Dios se revele en toda área de mi vida.

Jesús habló del gozo como una cualidad interna y de naturaleza divina. “Estas cosas les he hablado, para que mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea completo”. El gozo es mi esencia, una parte fundamental de mi ser.

Un corazón alegre me permite enfocar cualquier circunstancia con un espíritu afable y sentido del humor. ¡Amo la vida! Cuando miro las situaciones con optimismo, el mundo a mi alrededor me revela las maravillas que tiene para ofrecer. Mi dicha no depende de las condiciones externas; más bien es una respuesta innata que surge de mi interior.

Un pensamiento jubiloso comienza una reacción en cadena que contagia a otros con alegría. Cocreo con Dios la vida que deseo siguiendo el patrón de mi gozo interno.

Si alguna vez dudo que soy digno de las bendiciones de Dios, recuerdo la Verdad: Soy una creación de Dios, y por medio de Su gracia, merezco toda bendición.

La voluntad de Dios para mí es que sea sano y pleno. La vida divina fluye por cada célula y átomo de mi ser, sanando lo que necesite ser sanado y sustentando la vida en todo mi cuerpo. Gozo de vida abundante. La gracia obra en mí y a través de mí bendiciéndome con amor y prosperidad.

Tengo acceso a toda la sabiduría y comprensión que necesito para ser feliz y tener éxito. Sé qué hacer y cuándo hacerlo. La gracia divina me empodera y me guía por el camino que más me bendecirá.

Jesús dio un gran ejemplo de amor cuando pidió a Dios que perdonara a quienes lo crucificaron. Yo también soy capaz de perdonar y amar. Si alguien dirige su dolor hacia mí o me culpa de un mal entendido, practico el perdón. Tengo presente que el corazón humano puede sanar sus heridas más profundas.

Pido a mi poder más elevado la fortaleza para dejar atrás cualquier experiencia dolorosa y mantener mi balance emocional. Sé que soy guiado de manera divina y que puedo establecer límites donde sean necesarios.

Visualizo que todos somos iluminados con sabiduría y comprensión. El amor de Dios en mí es mayor que cualquier desafío. Todo pasa, mas la luz de mi corazón resplandece por siempre según me relaciono con los demás.