Leemos en muchos lugares acerca de las
actitudes que debemos tener ante los bienes.
En algunos textos se recomienda gastar, regalar,
o tirar aquellas cosas que ya no usamos,
porque han perdido el brillo y el color.
Guardar cosas inútiles por si acaso, por si en
algún momento nos hiciera falta, es para muchos
una perdida de energía y de tiempo.
Es verdad en cierta medida, pero es mentira en
otra gran medida también.
Lamentablemente, muchos que recomiendan
tener esa actitud de renovación no toman en
cuenta que el mañana existe aún cuando por
el presente no exista mas que el momento en
que vivimos. Si nos comportamos de manera
tal que nada más importa el presente, estamos
desnaturalizando algo que es esencial y fundacional
en la construcción humana de nuestra cultura,
pues el ser humano actual surge de la prevención
sobre el futuro que hicieron nuestros antepasados.
Nuestros abuelos lucharon para un futuro mejor
para sus hijos, y sus hijos, nuestros padres,
han hecho lo mejor para asegurarnos a nosotros
un porvenir más seguro, más estable con menos
sufrimientos. ¿Qué hubiera pasado si ellos tan
solo hubiesen pensado nada más que en su presente,
en disfrutar la vida en lo más inmediato que tenían
en su momento?
¿Qué hubiese pasado con nosotros si ellos no
hubiesen previsto que tenían hijos a los que
había proyectarles un mañana mejor?
Hubiera sido una actitud negligente y más aún,
predatoria y egoísta, porque se hubiesen
consumido en lo poco o mucho que hubieran
acertado tener sin pensar en nada más que en su presente.
Si bien para la economía, la ética es una palabra
lejana, extraña e incomprensible y no encaja en
ninguna de sus teorías, el ser humano común
no tiene motivo suficiente para creerse a sí mismo
como objeto motorizante de una sola faceta de
la actividad productiva humana, muy por
el contrario, no es el ser humano una mercancía
aún cuando el sistema económico se empeñe
en gobernar a las sociedades haciéndoles
creer que la única forma de vida es a través
del intercambio económico y llegará un
momento que el ser humano se hará la pregunta
capital de la filosofía: ¿Por qué?
¿Por qué soy un objeto?
Puede que el intercambio de mercancía de
bienes y servicios actual sea una refinación de
actividades económicas pasadas, pero no es
la más perfecta ni tampoco la más ideal, se
acerca bastante a los ideales, pero se aleja en tanto
promueve en los seres humanos actitudes
desnaturalizantes para convertirlos con el tiempo
en mera mercancía también.
Tampoco una sola propuesta podrá satisfacer
todas las necesidades de las sociedades porque
será llamado también a la alienación dentro de
su misma sociedad en cualquier momento porque
no tiene todas las respuestas y cuando eso
sucede se enfrenta a un vacío que
inevitablemente es dolor, soledad y temor.
Gastar, compartir, regalar, promover actitudes
de intercambio, de riqueza, es un buen comienzo,
pero también hay que precaver el fin.
No tenemos por qué vivir el presente y nada más.
Nada hay que nos llame a vivir lo perecedero
en pos de un goce inmediato simplemente porque
llegamos a un momento en que se nos empañan
los vidrios de la ventana que muestra un
posible futuro.
Tengamos en cuenta que nuestros actos
presentes son la raíz de nuestros futuros, y si
dilapidamos lo que tenemos hoy sin pensar en
guardar para mañana, cuando llegue el nuevo
día, seguramente habrá llantos de personas
menores que dependían de nosotros y la única
calificación que cabe cuando se han tenido
actitudes de este tipo es: irresponsabilidad.
Y solamente los inmaduros son irresponsables.
¿Será tal vez que los seres humanos en su afán
de conservar el presente que tanto pregonan
las imágenes mediáticas, se vuelven
irresponsables porque, quizás, esa sea una
manera de sentirse más jóvenes aún cuando
hay jóvenes que son más responsables y
sabios que aquellos que dicen ser sus mayores?
Vive el presente, pero no te olvides del futuro...
Esos miles de kilómetros que recorrerás están
a minutos de distancia en la dimensión de la vida.
Siembra bien y bien cosecharás.
Miguel Angel Arcel