Un rey fue hasta su jardín y descubrió que
sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo.
El Roble le dijo que se moría porque no
podía ser tan alto como el Pino.
Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no
podía dar uvas como la Vid Y la Vid se moría
porque no podía florecer como la Rosa.
La Rosa lloraba por no ser fuerte y sólida como el Roble.
Entonces encontró una planta, un clavel
floreciendo y más fresco que nunca.
El rey le preguntó:
-¿Cómo es que creces tan saludable en medio
de este jardín mustio y sombrío? La flor contestó:
-Quizás sea porque siempre supuse que cuando
me plantaste querías claveles.
Si hubieras querido un roble, lo habrías plantado.
En aquel momento me dije: Intentaré ser clavel
de la mejor manera que pueda y heme aquí
el más hermoso y bello clavel de tu jardín.
Así a veces nos pasa a nosotros.
Vivimos marchitándonos; en nuestras propias
insatisfacciones, en nuestras absurdas
comparaciones con los demás.
Si yo fuera, si yo tuviera, si mi vida fuera, siempre
conjugando un futuro incierto, en vez del presente
concreto, empecinados en no querer ver
que la felicidad es un estado subjetivo y voluntario.
Podemos elegir hoy, estar felices con lo que
somos, con lo que tenemos o vivir amargados
por lo que no tenemos o no podemos ser.
Sólo podremos florecer el día que aceptemos
que somos lo que somos, que Dios nos hizo
únicos e irrepetibles, y que nadie puede
hacer lo que nosotros vinimos a hacer.
Autor desconocido