Después, pasamos por cierta etapa de transición;
es cuando finalmente nos enamoramos
y entregamos la cabeza y el corazón a ciegas.
Y es que así nos enseñaron a ser mujer.
Llega la siguiente generación a luchar nuevamente.
De pronto volteamos la cabeza y ahora es
nuestra hija quien reclama,
porque su madre, la mujer, la ha hecho víctima.
Lo que hace falta es darnos cuenta de que, más que mujeres,
somos seres humanos.
Y el día que nos comportemos como seres humanos
y eduquemos a seres humanos,
podremos dejar de luchar por la igualdad,
porque entre los seres humanos no hay diferencias.