LOS ABRAZOS (Reflexión)
A veces buscamos en los demás lo que nos cuesta tanto encontrar dentro de nosotros. Cuando en nuestro interior hay un torbellino de emociones que nos negamos a ver y sentir, a veces la única manera que encontramos para calmar nuestro ser es refugiarnos en abrazos. Los abrazos sirven para calmar al alma cuando nuestra voz es incapaz de expresar lo que sentimos.
Los abrazos son terapéuticos. Dan una paz inmensa cuando, por los motivos que sean, somos incapaces de encontrarla dentro de nosotros mismos, secan nuestras lágrimas cuando nos negamos a dejarlas ir y nos dan la fuerza necesaria para seguir caminando cuando no podemos reconocer en voz alta que estamos mal y no encontramos el camino para seguir adelante sin miedo a no saber levantarnos si nos volvemos a caer.
Hay muchos tipos de abrazos. Hay abrazos protectores, que te hacen sentir que nada malo va a pasar. Hay abrazos que te llenan de energía. Hay abrazos silenciosos que te escuchan sin preguntar nada y te susurran al oído “No temas. Llora todo lo que tengas que llorar. No hace falta explicar nada.” Hay abrazos que te llenan de ternura, esos abrazos de oso que tanto nos gustan. Abrazos que te llenan de alegría, espontáneos. Abrazos porque sí, sin un motivo aparente, porque nos salen del alma y no hay necesidad de ningún motivo en concreto. Hay tantos tipos distintos de abrazos que es difícil elegir sólo uno de ellos y no debemos hacerlo. Todos son necesarios e importantísimos. No debemos negarnos a sentir y dar ninguno de ellos.
Pero hay uno en concreto que nos cuesta a veces un poco más sentir. Un abrazo muy especial, un abrazo que sólo nos podemos dar nosotros mismos. Es ese abrazo que de pronto, cuando menos lo esperamos, sentimos un día en nuestro interior. Aparece como tantas cosas en esta vida, casi sin buscarlo o sí, quizás si que lo has buscado durante muchos años, sólo que ni siquiera sabías que lo estabas buscando y lo necesitabas tantísimo. Ese abrazo que te llena de una paz tan grande que antes desconocías que tenías dentro de ti. Ese abrazo que te da las armas necesarias para enfrentarte a todo, incluido ese torbellino de emociones que a veces tanto te ahoga. Entonces sonríes feliz de verdad porque sabes que esa paz, esa preciosa calma, está dentro de ti y te la da ese abrazo tan especial que sólo tú puedes darte.
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