Un espejo en la sombra suele aguardar un repentino advenimiento. Pero a veces se pierden el aliento y el color de los ojos y la costumbre de mover las manos, y entonces no sabemos qué es aguardar siquiera. Sucede cuando no estamos seguros de ser el reflejado por los escaparates; cuando giramos la cabeza hacia quien no nos ha llamado y sonreímos. Sólo aquello que amamos nos distingue en medio de la noche. Es amar y tender las manos lo único que, por tanto, puede hacerse. Suele ocurrir en mayo o junio, cuando el sol va muy alto y buscamos con ansiedad entre los árboles sin saber con certeza qué, y nos inquietamos diciendo «cuánto tarda» sin habernos citado antes con nadie.
Sólo aquello que amamos es capaz de decirnos quiénes somos. Suele ocurrir en mayo o junio, y hay quien se enamora de sólo una palabra y quien se enamora de unos labios cerrados. Pero es preciso andar sin preguntar adónde hasta sentir la voz que llama desde lejos, y que repite un nombre que ignorábamos, y ese nombre es el nuestro, y es a nosotros a quien llama.