Cuando nos conocimos...
Como si nada, de la nada misma que significa para nosotros muchas veces esa muchedumbre que a diario nos rodea, y sin saberlo, sin esperarlo, sin planearlo, de repente, casi por milagro en una cita corriente, en un lugar cualquiera, mis ojos se vieron invadidos por tu mirada, y mi piel recibió el mensaje de tu piel, y tu boca invadió la mía en un beso que no olvido, y así de repente, de no ser nadie para mí, de nunca haber tenido el mas mínimo indicio de tu existencia, te apareces en mi vida e inundas mis sentidos de todos tus encantos, y así con cada mirada, con cada respiro del aire que envolvía nuestros cuerpos, te fuiste transformando en un nombre y una imagen... Ya no eras nadie, empezaste a ser tú para mí. Tu mirada me mordía por dentro descontrolando mis sentidos...tu espíritu comenzó a ser identidad de mi ternura y con cada punzada de tus encantos, mi corazón se estremecía acelerando los latidos de mi corazón llenándolo de un calor intenso que me recorría de pies a cabeza, sentí que fue tan corto el tiempo... Cuando era hora de seguir nuestro viaje, tu hacia tu mundo y yo hacia el mío, una mirada cómplice acompañó nuestra despedida...como queriendo suspender el momento y hacer de ese segundo un montón de vida, nos alejamos quizás íntimamente con alguna esperanza de volver a sentir lo sentido o quizás sólo agradeciendo el momento vivido. Pero luego, de vuelta al desierto de lo cotidiano y en cualquier momento y sin mediar nada de por medio, tú aparecías a cada instante por mi mente y tu mirada, tu voz, tu risa generosa, tus gestos al hablar, se convertían en un bálsamo para mi existencia, pero sabía que eras parte de otro mundo, que otros buscan y necesitan de tu presencia y pensé en ese momento intentar borrarte de mí, pero eso era imposible, porque sólo quería retenerte, y cuanto mas me esforzaba en no pensar en ti, más venias a mi mente. Tu siempre más directo y más abierto, diste ese primer paso, sembrando en mí la semilla de la esperanza... ¿acaso podrá ser real?, me preguntaba a cada rato...te veía y aún te veo como un hombre demasiado especial para que hubieras puesto tus ojos y tus sentidos en una mujer como yo... no es falsa modestia, es que simplemente no esperaba este regalo que ha sido conocerte y poder quererte... Por eso te digo siempre y mil veces que eres mi ángel, mi bálsamo hecho de ternura y fuego, que has llegado a mí casi por magia divina y que poco a poco, beso a beso, caricia a caricia, te has convertido en el dueño de mi terrenal corazón, y así en poca vida que hemos podido compartir, de no ser nadie para mí, te convertiste rápidamente en todo para mí... cuando estás a mi lado, trato que sientas a cada instante que me eres muy importante y que me haces sentir orgullosa de tu compañía...y cuando no estás, te extraño a morir, te extraño tanto que siento miedo de que tu ausencia algún día no tenga fin en un reencuentro. Tesoro mío has penetrado todas las membranas de mi cuerpo, has traspasado todas las corazas de mi alma, has llegado como un afilado cuchillo directo a mi corazón...y es ahí donde quiero que te quedes. Cariño tu eres mi ilusión de amor, todo lo que yo pudiera entregarte jamás podría igualar a la alegría de vivir, a la pasión de tus besos y a la belleza de tu alma, que cada día me regalas con tu presencia en mi vida...por eso, siento que decirte que te necesito o que te extraño día a día no es suficiente... Quizás aún no logre dimensionar el espacio que estas ocupando aceleradamente en mi corazón. Tu eres mi hombre mágico, que ha puesto de cabeza toda mi razón, que merece todo mi espacio y mi mundo interior... te invito a volar por los sueños azules de nuestra sinrazón, te invito a inventar los espacios para nuestro amor...te invito a crear un mundo quizás muy pequeño... pero en el que cabremos los dos fundidos en un beso sin remordimientos......
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