Ahora estamos tú y yo a solas,
papel en blanco querido,
mi incondicional amigo.
Me consuelas, me confortas.
En esta fase doliente,
cuando el recuerdo me azota,
eres tú, blanca paloma,
quien me calma, me adormece.
Siempre cerca de mis manos
para acoger mis desvelos,
angustias, antiguos miedos,
lamentos de mi pasado.
Voy a contarte que en días
de mis candorosos años,
tenía abiertos mis brazos
y confiaba en la vida.
Gozaba del mar, la lluvia,
la tierra, el aire y el sol;
confiaba en el amor
y en la amistad que perdura.
Jugaba con los muñecos,
mis hijos de cartón-piedra
(una escena viva y tierna
en el espacio del tiempo).
Los sacaba a pasear
por quiméricos jardines,
entre rosas y alhelíes
y un lago azul de cristal.