De la más fragante Rosa nació la Abeja más bella,
a quien el limpio rocío dio purísima materia. Nace,
pues, y apenas nace, cuando en la misma moneda, lo
que en perlas recibió, empieza a pagar en perlas.
Que llore el Alba, no es mucho, que es costumbre
en su belleza; mas quién hay que no se admire de que
el Sol lágrimas vierta? Si es por fecundar la Rosa,
es ociosa diligencia, pues no es menester rocío
después de nacer la Abeja; y más, cuando en la
clausura de su virginal pureza, ni antecedente haber
pudo ni puede haber quien suceda. Pues a ¿qué fin es el
llanto que dulcemente le riega? Quien no puede dar
más Fruto, ¿qué importa que estéril sea? Mas ¡ay! que
la Abeja tiene tan íntima dependencia siempre con la
Rosa, que depende su vida de ella; pues dándole el néctar
puro que sus fragancias engendran, no sólo antes la concibe,
pero después la alimenta. Hijo y madre, en tan divinas
peregrinas competencias, ninguno queda deudor y ambos
obligados quedan. La Abeja paga el rocío de que la Rosa
la engendra, y ella vuelve a retornarle con lo mismo
que la alienta. Ayudando el uno al otro con mutua correspondencia,
la Abeja a la Flor fecunda, y ella a la Abeja sustenta. Pues si por
eso es el llanto, llore Jesús, norabuena, que lo que expende en
rocío cobrará después en néctar. - See more at: .dpuf
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