Cuando el sol
acaricia el horizonte de tu cuerpo
y la brisa se esconde
a dormir en la penumbra de las dunas,
poco antes de que lo oscuro
te acune y te proteja,
en el mágico intervalo de minutos
en que el día se viste
con el negro hondo de la noche,
entonces, mi mar, entonces,
me sobran las palabras
y me hago de espuma y de salitre...
Entonces,
tus murmullos monocordes y constantes
son todo lo que quiero y lo que mamo:
y sé que soy,
y sé que siento,
y sé que vivo
en un maridaje secreto y relajado
con historias de marinos y de peces
que juntan magia en tus orillas.
Entonces,
desde esta orilla que me dieron
con fortuna y sin angustias,
dejo llorar los sentimientos
que me hermanan con el mundo
impotente y revanchista,
plácido y rencoroso,
ofendido,
soñador,
esperanzado...