¡Libérame!
Libérame, Señor, del verso libre
y de la estrofa vana y retorcida,
sin rima, sin acento, sin medida,
sin algo que la encuadre y la equilibre.
De tan falsos poetas, Dios nos libre.
Sus palabras, en loca acometida,
lucen significados sin cabida,
un hablar por hablar de alto calibre.
¿Entienden lo que escriben ellos mismos?
¿Se enteran de lo dicho los lectores?
¿Perdurará su nombre en el futuro?.
Ya estoy harto de nuevos aforismos,
de ristras de vocablos inferiores,
de sus versos, en negro claroscuro.
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