La Luna Nueva
El principio
‘¿De dónde vine yo? ¿Dónde me encontraste?’, pregunta el niño a su madre.
Ella llora y ríe al mismo tiempo, y estrechándolo contra su pecho le responde: Tú estabas escondido en mi corazón, amor mío, tú eras su deseo.
-Estabas en las muñecas de mi infancia; y cuando, cada mañana, yo modelaba con arcilla la imagen de mi dios, en verdad te hacía y deshacía a ti.
-Estabas en el altar junto a la divinidad de nuestro hogar; al adorara, a ti te adoraba.
-Has vivido en todas mis esperanzas, en todos mis amores, en toda mi vida y en la vida de mi madre.
-El Espíritu inmortal que preside nuestro hogar te ha albergado en su seno desde el principio de los tiempos.
-En mi adolescencia, cuando mi corazón abría sus pétalos, tú lo envolvías como un flotante perfume.
-Tu delicada suavidad aterciopelaba mis carnes juveniles, como el reflejo rosado que precede a la aurora.
-Tú, el predilecto del cielo; tú, que tienes por hermana gemela la prima luz del alba
has sido traído por la corriente de la vida universal, que al fin te ha depositado sobre mi corazón.
-Mientras contemplo tu rostro, me siento sumergida en una ola de misterio: tú, que a todos perteneces, te has echo mío.
-Te estrecho contra mi corazón, temerosa de que escapes. ¿Qué magia ha entregado el tesoro del mundo a mis frágiles brazos?’
Las razones del niño
Si quisiera, el niño podría volar ahora mismo al cielo.
Pero tiene sus razones para no dejarnos.
Toda su felicidad consiste en descansar su cabeza en el seno de su madre; por nada del mundo dejaría de verla.
La sabiduría del niño se expresa en sutiles palabras. ¡Qué pocos son los que pueden comprender su sentido! Si no habla, es que tiene sus razones.
Lo que más desea es aprender la lengua materna de los mismos labios de su ¡Por ello adopta un aire tan inocente!
Pese a que poseía montones de oro y perlas, el niño vino a esta tierra como un mendigo.
Tuvo sus razones para llegar con este disfraz.
Pequeño, desnudo y suplicante, si simula una completa indigencia es para reclamar a su madre el inmenso tesoro de su ternura.
En el país de la minúscula luna creciente nada entorpecía la libertad del niño.
Si renunció a su independencia tuvo sus razones.
Sabe muy bien que ese pequeño nido, el corazón de su madre, contiene una alegría inagotable, y que la tierna atadura de los brazos maternales es infinitamente más dulce que la libertad.
El niño no sabía llorar. Vivía en el país de la felicidad perfecta.
No le faltaron las razones para empezar a verter lágrimas.
Las entrañas de su madre se conmueven con las sonrisas de su dulce rostro, pero es el pequeño llanto que nace de sus penas de niño el que teje entre ella y él el doble lazo de la piedad y el amor.
Desenio Estrellita
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