Tuvimos un amor tan ancho y puro
como el mar que formaron nuestras lágrimas.
Tuvimos un amor tan infinito
cómo infinito es el dolor que causa.
Tuvimos la soberbia de elevarlo
tan alto que las pléyades lloraban
al ver aquel amor que moriría,
que sin llegar a ser... Se marchitaba.
Tuvimos un silencio... Un desencuentro...
Una mentira. Nos tuvimos lástima.
Y tuvimos temor de despedirnos
y nos quedamos... Dándonos la espalda.
Y de tanto tener, nunca tuvimos
la fuerza de mirarnos cara a cara.
Hoy somos dos extraños que han perdido
la amistad, el amor y la esperanza.
(Lecabel)
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