¿Te apegas o te despegas en tus relaciones?
Como su nombre lo indica, en términos sencillos, el apego tiene que ver con qué tanto nos “pegamos” o nos “despegamos” en nuestros vínculos. El apego se forma durante los dos primeros años de vida y moldea nuestras relaciones para el resto de la vida. Conocer los patrones de apego nos permite reconocerlos en nosotros y en los demás. De este modo podríamos tener mayor comprensión y control sobre nuestra conducta en el mundo de las relaciones.
Patrones de apego infantil
El apego se logra mediante la relación entre el niño y al menos un cuidador, lo cual le permitirá tener un desarrollo social y emocional normales. De acuerdo al modo en que los padres o cuidadores respondan a las necesidades físicas y emocionales del niño, se formarán distintos patrones de apego. Echemos un vistazo:
• Apego seguro: Es la situación ideal, en la que el niño es cuidado por un adulto sensible que satisface sus necesidades, ya sean de alimento, afecto, dolor, etc. A partir de los dos años de edad, aproximadamente, el adulto pasa a ser una base segura para explorar el mundo y hacerse más independiente.
• Apego evitativo: Si el niño es cuidado por adultos insensibles a sus necesidades físicas y emocionales, aprende a no esperar cuidado ni atención. Por lo tanto, se transforma en un adulto precoz, poco expresivo de sus emociones y que debe cuidarse a sí mismo.
• Apego ambivalente/ansioso: Algunos adultos son inconsistentes en la forma en que responden a las necesidades del niño. A veces son sensibles y cariñosos, y otras veces son insensibles y hasta abusivos. Esto genera inseguridad y confusión en el niño, quien no sabe qué esperar de sus cuidadores y oscila entre la desconfianza y la dependencia excesiva.
• Apego desorganizado o desorientado: Ocurre cuando los padres o cuidadores son física y/o emocionalmente abusivos. Este lamentable escenario genera una relación amor-odio, donde la fuente de seguridad es a la vez una amenaza. En este caso, los niños se disocian de su realidad y de sus emociones, para tratar de sobrevivir en un ambiente tan hostil.
Estos patrones de apego dejan una huella muy profunda en la psique, por lo cual, el patrón de apego prevalente durante la infancia determinará la calidad de las relaciones en la adultez.
Patrones de apego adulto
• Personalidad segura: Quienes han tenido un apego seguro durante su infancia crecen sintiéndose seguros de sí mismos y desarrollan relaciones profundas y saludables. Se sienten bien, tanto solos como acompañados.
• Personalidad ausente: Corresponde al tipo de apego infantil evitativo. Estas personas suelen ser solitarias y tienden a darle poca importancia a las relaciones y a las emociones. Además, reprimen sus emociones y son muy racionales. Frente al estrés y al conflicto reaccionan alejándose de la situación.
• Personalidad preocupada: Ésta se desarrolla a partir del tipo de apego infantil ambivalente/ansioso. Como adultos, son auto-críticos e inseguros y buscan constantemente la aprobación y la validación de los demás, comportándose de forma dependiente con sus parejas.
• Personalidad evitativa/miedosa: Esta tiene sus raíces en el apego infantil desorganizado. Desde muy pequeños aprendieron a disociarse como mecanismo de defensa contra el trauma. De adultos, desean establecer relaciones, pero una vez que éstas se vuelven íntimas, reviven el trauma que sufrieron y temen la intimidad por temor a ser heridos.
Los primeros años de la infancia representan una etapa fundamental, en la cual se sientan las bases que determinarán la felicidad o la infelicidad para el resto de la vida. Así que, a fin de cuentas, más allá de frases hechas, no es la educación, ni la riqueza, la inteligencia ni la belleza, lo que realmente cuenta, sino el amor que hemos recibido y seamos capaces de dar, según cuál sea nuestro estilo de apego. Y para concluir podríamos afirmar que, en definitiva, no ser demasiado “pegajosos”, ni demasiado “despegados” es la clave de las relaciones sanas.
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