La tierra ya humedecida,
su olor perfuma la tarde,
los charcos se vuelven ríos
que van ganando la calle.
Y arman de papel
los niños sus barcos,
navegando hacia la esquina,
el mar de los refugiados.
El patio se cristaliza,
el viento juega en los gajos
y la soguita desnuda
con broches tan solitarios.
La lluvia besa los rostros,
con su aguacero de octubre
y en el alma los recuerdos
mojan los ojos, sin nubes.
Y arman de papel
los niños sus barcos,
navegando hacia la esquina
se va la vida cantando.
(Flavio Cruz)