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POEMA DE LOS BESOS
JOSE ANGEL BUESA
¡Y ante mi abrazo te sentí rendida!... y ante tu sumisión, mis besos sabios pusieron a temblar entre tus labios ansias de amor y de placer y vida!...
Fue un instante no más, uno de esos siglos-instantes que el amor nos brinda, prometiéndole un lauro al que se rinda primero en la batalla de los besos!...
Lo ves, mujer... No cabe en la materia la espiritualidad de lo insensible; todo es vencido ante el irresistible empujón de la carne y su miseria....
Y te sentí temblar como la fronda al soplo tibio de la brisa vaga , cuando en su trino el ruiseñor divaga y peina el sol su cabellera blonda...
Y te sentí temblar como la onda que su quietud sobre la arena apaga, y como el ave que sin rumbo vaga y un circulo invisible traza y ronda.
Y te sentí languidecer al peso de mis labios, al peso de un gran beso que perfumó en tus labios a un suspiro, tal como languidece en la laguna un cisne enamorado de la Luna, al no hallarla en el cielo de zafiro...
Y te sentí latir, tal como late al manotazo del ciclón la hoja, como en la espada late, humeante y roja, la sangre que bebiera en el combate; tal como el sauce que su frente abate cuando la nube en su aflicción lo moja, o como el océano que se enoja y en el escollo solitario bate.
Y te sentí vencida, con el lento y anhelado y temido vencimiento del sol, cuando la Noche abre la puerta del negro templo de su Dios ignoto; y te sentí dormida, como un loto en la serenidad de un agua muerta!...
Y te sentí anhelante y temblorosa cual la irisada espuma de un torrente; como un lucero en la región silente, insinuando una seña misteriosa; cual la palma que agita, rumorosa, su abanico de jade, lentamente, como despunta en un jardín durmiente el milagro de gracia de una rosa; y cual la cierva cuando la acorrala la jauría-, cual ave moribunda que pliega triste su ya inútil ala. Y adoré tu sensual melancolía llena de rendición meditabunda, y te sentí profundamente mía...
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