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Está bien, vas con otro, y me apeno y sonrío, pues recuerdo las noches que temblaste en mi mano, como tiembla en la hoja la humedad del rocío, o el fulgor de la estrella que desciende al pantano.
Te perdono, y es poco. Te perdono, y es todo, yo que amaba tus formas, más amaba tu amor, y empezó siendo rosa lo que luego fue lodo, a pesar del perfume y a pesar del color.
Hoy prefiero mil veces sonreír aunque pierda, mientras pierda tan solo el derecho a tu abrazo, y no ser el que olvida, mientras él quien recuerda, y tú bajes el rostro y él lo vuelva si paso.
Quien te lleva no sabe que pasó mi tormento, y me apena su modo de aferrarse a lo vano, él se aferra a la rosa, pero olvida que el viento, todavía dirige su perfume a mi mano.
Y por ser quien conozco tus angustias y anhelos, te perdono si pasas y si no me saludas, pues prefiero el orgullo de perderte con celos, a la angustia que él siente de tenerte con dudas.
Y mañana quien sabe, no sabré si fue rubia, si canela, o si blanca la humedad de esta pena, y quizás te recuerde si me adentro en la lluvia, o tal vez me dé risa si acaricio la arena.
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