Toda amistad es una historia particular.
Es una historia de conquista.
Primero, se descubre el otro. Todo el mundo parece igual, pero no lo es. Y es justamente esa costilla diferente en cada uno que hace a cada persona única. Y de repente allí está la semilla de la amistad fecundada.
La gestación comienza.
Son pedacitos de nosotros que van quedando en las conversaciones y pedacitos del corazón del otro que van caminando dentro de la gente. Hay risas y sonrisas, compartir cosas simples o cosas importantes. Los descubrimientos, llenos de sorpresas muchas veces. La voz callada que piensa, no dice nada ... adivina ...
Hacemos una idea inmediata de una persona al primer contacto. Juzgamos? Tal vez. Y sólo los próximos días, horas o instantes nos van a decir si creemos correcto. ¡Acontece de engañar en ciertos puntos y cuántas veces no bendecimos eso! Por supuesto que nadie le gusta estar engañado. Pero cuando descubrimos un pajarito detrás de una persona seria y reservada es maravilloso saber que pudimos engañarnos. ¡Si todos los engaños fuese así bendecidos!
La sensibilidad del otro nos toca. Dale hasta ganas de llorar. No sabemos bien el por qué de sentirnos cerca de alguien tan lejos, tan diferente y tan igual. Pero la amistad, como el amor, no se cuestiona. Está a la altura. De ella y para ella.
Es necesario dar tiempo al tiempo para saber cautivar y ser cautivado. Cuando salimos a la prisa siempre tenemos el riesgo de dejar algo olvidad. Pero si tomamos el tiempo de mirar bien, reflexionar, conversar, conversar y conversar ... y reír y jugar y quedarse en silencio ... Si dejamos que esa flor nazca cuidadosa y dulcemente ... poco a poco ella va viendo la luz del día. Maravillándose sí mismos. Contemplando al otro con nuevos ojos, o nueva manera de mirar. ¡Todo se convierte en encanto!
¡Que el otro ría de mí o para mí, pero que se reía! ¡Gane, haga fiesta! ... Que yo sea ni siquiera por un poco responsable de ese rostro iluminado, por esa voluntad de vivir y de ver lo que vendrá después.
¡Bendita sea esa gestación amigos!
¡Sin tiempo, sin tiempo, sin hora marcada!
Bendita sea esa amistad, prueba de que Dios se hace conocer a través de las personas que alcanzan nuestro corazón.
¡Mucha paz!
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