en el espejo del mundo te habla con un código que percibes como emociones.
Te digo, buscador, que los atributos que hallas en otros ya están
en ti sino te sería imposible reconocerlos porque el alma descubre solo
aquello que ya posee. Y esto vale para la virtud y para el defecto.
Tus ojos están tan separados pero tu mirada es una sola si miras
bien aquello que te separa de los otros descubrirás lo mismo que
te une a los otros: lo que te diferencia es lo mismo que te atrae.
Esa diferencia esa cualidad actúa con igual fuerza en ambos sentidos:
aquello que ves en los otros es simétrico a lo que abunda dentro
de tí y así como la boca de un hombre habla de lo que lleva
en su corazón tu mirada hacia el mundo es el destello de tus
espejos interiores donde aquello que amas y odias en las personas
es lo mismo que amas y odias en tí. Si así no fuera
¿para qué perderías tiempo y esfuerzo tratando de diferenciarte de los demás?
Tus intentos de separarte son combates inútiles y te hunden en el
sufrimiento pasivo. Debes aprender que ninguna flor se abre en ese jardín.
Observa:
Hay una moral perversa que educa a los hombres para ver lo peor
o lo mejor de sí mismos nunca las dos cosas al mismo tiempo.
Y tú, en el afán de avanzar por el camino sientes que debes cambiar
algunas cosas en tu interior mientras sigas combatiendo contigo o
con los otros mientras sigas desesperándote mientras insistas sobre
aquello que consideras negativo en los otros o en ti solo lograrás
aumentar su poder sobre tí. Esos aspectos no pueden anularse
trabajando sobre ellos sino con sus antídotos naturales.
Por eso es inútil insistir sobre el miedo sobre la culpa o sobre el miedo
de sentirse culpable. Si quieres matar al monstruo dejálo morir de
hambre no sigas nutriéndolo con la fuerza de tu pensamiento
porque obrando así solo alimentarás sus enormes fauces.
Esperemos, buscador, que tu camino siga el rumbo de lo que crece y
no de lo que se destruye a sí mismo. Más te vale seguir el ejemplo de
aquello que se abre hacia su futuro luminoso como una flor nacida
en el desierto que no pide permiso al destino para asomarse a la vida.
Mario Corradini