Un perturbador y premonitorio sueño alcancé a tener yo, y sin aparente razón ni sentido, en él te había perdido. Al rayar el alba, desperté llorando, extrañándote como siempre y en ti pensando.
Préstamente te busqué en mis sueños y no te pude encontrar. Entonces levanté mi almohada, sacudí mis cobijas, mis inquietas sábanas y tampoco ahí estabas tú.
Abrí las ventanas, corrí las cortinas a fin de sentirte en las caricias de la suave brisa, y para ver si en ella al fin estabas tú. Esperé tras el albor, junto al rosal en flor a que saliera el sol, para ver si allí estaba mi amor, y no estaba ella, tampoco su calor.
Te seguí buscando en el jardín de blancas azucenas, orquídeas y violetas y tampoco te encontré. Te busqué en el día, en la tormenta y en el ojo del huracán. Te busqué en la luz de la oscuridad fría, y cansado te busqué al llegar la noche.
Apenado, sólo, triste y con nostalgia por tí pregunté al búho.. - rey de la noche al joven cervato, - príncipe de las llanuras, al halcón peregrino, - con su ojo avizor y al solitario lobo, - enamorado de la luna y no obtuve sobre ti respuesta alguna.
Le pregunté a la luna, - complice de los amantes y fiel devota de los enamorados. Ésta se ruborizó y con su rostro en rojo de enojo, me respondió: ¿Por qué lo buscas en todas partes: en la tupida floresta, en la torrencial lluvia, en el astro rey, el sol, el trueno, el rayo y en las lejanas estrellas?
¿Acaso ya lo buscaste dentro de tu corazón frío y de tu pecho impío? Entonces avergonzado, atisvé con premura dentro de mi corazón, y ahí estabas tú. Tan lejos de mis ojos y a la vez tan cerca, a tan sólo un latído y no te podía ver, ¿Y por qué no te podia ver?, porque simplemente: ¡Tú eras mi corazón!