Aprendí a ir decidida hacia delante,
dándome
permiso para poder caer,
y así, detenerme en mi caminar.
Aprendí, con el mágico ejercicio del perdón,
a
ir valorando mis equivocaciones
e ir reconociendo mis aciertos.
Aprendí a decir lo siento, no puedo,
tendiéndole la mano a mi corazón
para que poco a poco, pudiera sujetarme.
Y es que el destino es esa ruta de la aceptación,
que me conduce al amor de quien soy,
con mágicas paradas de
aprendizajes...
Un camino por mi vulnerabilidad y mi soberbia,
por mis alegrías y mis penas,
por mis sueños y por mis desilusiones.
Aprendiendo a ver más allá, decidida hacia
delante,
por el sendero del perdón y la aceptación,
y así, me agarro a
mis penas y a mis alegrías,
a mi fortaleza, y a mi ser más
vulnerable.
d/a