El placer sexual es algo que sucede en nuestro propio cuerpo, por lo que somos los únicos responsables de cómo lo experimentamos. No es algo que provenga de una actitud pasiva, supone una búsqueda activa para vivenciarlo y disfrutarlo como decidamos.
La sexualidad la vivimos cada persona de forma individual: el deseo, la excitación, la satisfacción, el placer; todas estas sensaciones agradables forman parte de sexualidades diversas. No existe una normalidad en común a cómo se han de experimentar estas sensaciones, es por esto que la respuesta sexual es única y exclusiva para cada individuo.
“La sexualidad no es lo que creemos, no es como nos la han contado. No existe una, sino muchas sexualidades.”
En el momento en el que ponemos nuestro placer a disposición de lo que nos han hecho creer que es la normalidad, perdemos nuestra identidad sexual y nuestra tendencia natural a explorar nuevas sensaciones. Con facilidad renunciamos a nuestro placer, por adaptarnos a un ideal adoptado por nuestra mente.
Aprendiendo a abandonarse por las sensaciones
El placer sexual está estrechamente ligado a permitirnos el abandono ante las sensaciones que aparezcan. Nuestra mente controladora limita nuestra experiencia de placer. Esta es la causa de que estemos en muchas ocasiones desconectados de nuestro cuerpo y no podamos sacar todo su potencial para disfrutarlo. Disponemos de muchos recursos que nos ayudan a vivir el placer sexual:
- Nuestro cuerpo está potencialmente preparado y capacitado para experimentar placer.
- La piel es el órgano sexual más grande de nuestro cuerpo, está dotada de receptores sensibles que nos aportan satisfacción.
- Nuestra naturaleza se rige por la evitación del dolor y la búsqueda de placer
- Podemos poner la mente a disposición de nuestras sensaciones, intensificándolas mediante la relajación, la creatividad y la imaginación.
- El contacto físico suave y agradable posibilita un estado de concentración que da paso a las sensaciones placenteras.
- La respiración consciente nos ayuda a estar en contacto con todos nuestros sentidos para una experiencia plena.
Nuestro placer no depende de otra persona
¿Qué haces por tu placer? Lo que tú no hagas por él, no esperes que lo vaya hacer otra persona por ti. Somos los principales responsables de esta maravillosa experiencia, que es necesario vivir sin culpa, sin vergüenza, presión o miedo.
Cuanto mayor conocimiento tengamos acerca de nuestro esquema corporal, más seguros y libres nos encontraremos para comunicar lo que nos gusta y genera placer. Somos protagonistas de lo que sentimos, y por ello decidimos cuándo y cómo compartir nuestra intimidad.
Nuestro placer no depende de nadie salvo de nosotros mismos. Supone un error pensar que la satisfacción de nuestras necesidades depende de la habilidad de otra persona para que descubra lo que nos gusta.
Cuando dejamos que la satisfacción de nuestras necesidades y experiencias placenteras dependan de otra persona, hacemos una declaración de falta de identidad y conocimiento propio. Estamos otorgando un poder a la otra persona sobre nosotros y generándole una presión que, a su vez, va a limitar su propio placer.
La magia del placer consiste en quererse y disfrutarse
Existen numerosos factores implicados en la responsabilidad de nuestra sexualidad, para que sea saludable y plena: una buena autoestima, disponer de un buen conocimiento propio, tener libertad para pedir sin miedo, confianza para abandonarse a las sensaciones, etc.
Todos estos factores contribuyen a nuestra capacidad para mantener relaciones placenteras, tanto con nosotros mismos como con las personas que decidamos. El autoconocimiento y aprender a disfrutar de uno mismo es fundamental, para poder compartir nuestras sensaciones placenteras con otra persona.
Un estado de ánimo positivo aumenta el valor de la experiencia erótica. Sensaciones y sentimientos como el amor, el cariño, el afecto y la fantasía impulsan de una forma extraordinaria la intensidad de las experiencias placenteras que recorren todo nuestro cuerpo a través de los sentidos.
Nadie tiene la culpa ni el mérito del placer que somos capaces de vivenciar, ya que tenemos la capacidad de generárnoslo y transmitirlo para compartirlo
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