Ya no importa ni un instante
del pasado, de ahí sólo obtuve experiencia y aprendizaje; lo que importa es mi
hoy, mi nuevo amanecer, el inmediato latido de mi
valiente corazón. El ayer dejó sus huellas: unas hermosas, que me llenaron de
vida y alegría, y otras que robaron parte de mi alma y desgarraron mi ser con
tanto dolor. Pero lo que tengo es mi hoy, mi aquí, mis sueños y mi fe, mi fuerza
interior y mi filosofía de vida escrita con risas y lágrimas. Ya no vale la pena
detenerme a insistir en los “porqués” de lo pasado, ni a machacar infinitos e
inútiles “hubieras”. Lo sustancioso es la magia del presente, de este bendito
presente que representa un universo de posibilidades. El poder está aquí, justo
en mis manos, como arcilla que espera ser moldeada y transformada en una obra de
arte. Justo este segundo me regala el poderío de elegir a mi favor, de obrar en
pro de todo aquello que representa amor a mí mismo. Porque sólo amándome,
aceptándome y respetando lo que soy, y honrando los benditos renglones del libro
de mi vida, podré amar, aceptar y respetar. Hoy estoy de pie, más fortalecido y
valiente que nunca, y un portentoso trofeo tengo en mis manos: es la milagrosa
vida que se derrama a raudales de mi copa. Hoy decido tomarla, vivirla,
disfrutarla, sentirla, reírla, llorarla, amarla, agradecerla y bendecirla.
(Autor: Fernando Rodríguez
Gamboa)