Al buscar crecer en compasión, sigo el ejemplo de Jesús. Las historias del Evangelio dan muchos ejemplos de Jesús demostrando compasión. Él tuvo en cuenta las necesidades y los sentimientos de amigos y extraños por igual. Recuerdo que Jesús no evadió a los destituidos; los sanó y comió con ellos. Su compasión alimentó a una multitud y transformó el agua en vino.

Al enterarse de que su querido amigo había muerto, Jesús lloró. Incluso cuando sus discípulos lo desertaron y fue crucificado, Jesús Le pidió a Dios que los perdonara. Al desear ser compasivo, tengo presente que tanto mis palabras amables como mi presencia amorosa proporcionan consuelo. Escucho profundamente con mi corazón y con mis oídos.

En mí mora una verdad que es únicamente mía. Al explorar mi naturaleza espiritual, discierno que yo soy una expresión de Dios —sabia, entera, amorosa y libre. Profundizando en mis actitudes y creencias descubro los ideales y valores que son importantes para mí: amabilidad y compasión, generosidad y honestidad.

Cada día me brinda la oportunidad de compartir mi verdad y actuar con integridad. Cuando expreso quien soy, lo que creo y lo que defiendo, irradio la luz de la verdad desde el centro de mi ser. Expresar nuestra individualidad es importante para todos. Escucho a los demás con respeto y honro sus verdades. Tengo valor para ser quien soy y la disposición para aceptar a los demás como son. Cada uno tiene la capacidad para honrar la verdad de los demás.