AL CRISTO DEL CALVARIO
En esta tarde, Cristo del Calvario, vine a rogarte por mi carne enferma; pero al verte, mis ojos van y vienen de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.
¿Cómo quejarme de mis pies cansados cuando veo los tuyos destrozados? ¿Cómo mostrarte mis manos vacías, cuando las tuyas están llenas de heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi soledad, cuando en la Cruz alzado y solo estás? ¿Cómo explicarte que no tengo amor, cuando tienes rasgado el corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada, huyeron de mí todas las dolencias. El ímpetu del ruego que traía se me ahoga en la boca pedigüeña.
Y sólo pido, no pedirte nada, estar aquí, junto a tu imagen muerta, ir aprendiendo que el dolor es sólo la llave santa de tu santa puerta.
GABRIELA MISTRAL
Con ánimo de hablarle en confianza de su piedad, entré en el templo un día donde Cristo en la cruz resplandecía con el perdón que quien le mira alcanza.
Y aunque la fe, el amor y la esperanza a la lengua pusieron osadía recordé que fue por culpa mía y quisiera de mí tomar venganza.
Ya me volvía sin decirle nada, y como vi la llaga del costado, parase el alma en lágrimas bañadas; hablé, lloré y entré por aquel lado, porque no tiene Dios puerta cerrada al corazón contrito y humillado.
Lope de Vega
A JESUS CRUCIFICADO
No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor: muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido, muéveme el ver tu cuerpo tan herido, muéveme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme en fin tu amor, de tal manera que aunque no hubiera cielo yo te amara y aunque no hubiera infierno te temiera.
No tienes que me dar porque te quiera, porque aunque lo que espero no esperara lo mismo que te quiero te quisiera.
Fray Miguel de Guevara
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