PRIVILEGIAR LA VIDA
ANTES QUE NADA...
Eso es lo que debemos hacer si queremos recuperar valores que se creen perdidos o devaluados. Se trata de defender la existencia de cada ser humano, incluso la de nuestros enemigos.
Lo dicho: quisiera que repensemos algunos valores perdidos o devaluados. Un valor es algo que vale por sí mismo.
Una cualidad cuya importancia y prioridad se encuentran por encima de cosas menos valiosas. A nadie se le ocurriría por caso sostener sinceramente que el dinero no tiene valor. Claro que lo tiene. Pero eso no significa que para todos sea lo más valioso o importante. La llave del desarrollo personal consistirá en darle al dinero el justo lugar que merece en nuestra escala de valores apreciables y mucho menos un orden para ellos. Sólo pretendo que reflexionemos acerca de cuáles son las cosas importantes y cuáles no. Dicho de otro modo: disparar en usted la necesidad de actualizar su escala de valores (¿cómo pensar que nuestros valores permanecen inalterables?)
Por ser didáctico voy a utilizar como guía la propia palabra valores, apelando a cada letra de ese vocablo para hablar de un concepto. El hecho, casual, de que el primero de los valores sea el primordial y más importante para mí, se debe sólo a que la palabra valores empieza con la misma letra que vida y no sugiere ni supone que el próximo concepto, el de la letra a, sea el segundo en orden de prioridades y el de la L el tercero, etc.
Resulta increíble que tantos parezcan haber perdido la capacidad de privilegiar la vida, por sobre todas las cosas.
Y no hablo ahora de la calidad de vida como valor. De la vida de todos y no solamente la propia. No sólo de la vida de nuestros vecinos, la de nuestros hermanos y la de los compañeros de oficina, sino también de la vida de los desconocidos y aún la de los enemigos. Hablo del valor que debería representar para todos la vida de cada ser humano.
Hablo de defender y jerarquizar la existencia de todo lo que vive; desde los osos a las serpientes de cascabel, desde los insectos hasta los árboles.
Buda peregrinaba por el mundo con quienes se decían sus discípulos hablándoles acerca de la Verdad. Cuenta la leyenda que una vez un monje budista, decidió viajar para encontrarse con su maestro. Si todo iba bien le llevaría tres semanas llegar hasta Buda. Pero no. Cada vez que se acercaba a la ciudad que Buda visitaba, algo lo retrasaba. Siempre alguien que necesitaba ayuda, evitaba, sin saberlo, que el monje llegara a tiempo. Esta situación se repitió durante veinte años y el monje perseveraba en seguir la ruta de Buda. Al fin, el monje se enteró de que el gran maestro volvería a morir en su ciudad natal.
-Esta vez, se dijo, es mi última ocasión. No puedo distraer mi camino. Nada es más importante que ver a Buda. Ya habrá tiempo para ayudar a los demás.
Avanzó con convicción, pero en el portal del pueblo, casi tropezó con un ciervo herido. Lo auxilió, le dio de beber y cubrió sus heridas con barro fresco. Con ternura acomodó al animal contra unas rocas para seguir su marcha, le dejó agua y comida al alcance del hocico y se levantó para irse. El ciervo boqueaba tratando de tragar aire. Sólo llegó a hacer dos pasos, porque inmediatamente se dio cuenta de que no podría presentarse ante Buda, sabiendo en lo profundo de su corazón que había dejado solo a un indefenso moribundo...
El monje descargó la mula llorando y se quedó a cuidar al animalito. Toda la noche veló su sueño como si cuidara a un hijo. Le dio de beber y cambió paños sobre su frente. Al ver al ciervo recuperado, el monje se levantó y mirando hacia la ciudad lloró. Había perdido su última oportunidad.
Ya nunca podré encontrarte -se dijo. No sigas buscándome, le dijo una voz que venía desde sus espaldas porque "ya me has encontrado". El monje giró y vio cómo el ciervo se llenaba de luz y tomaba la redondeada cara de Buda.
"Me hubieras perdido si me dejabas morir esta noche para ir a mi encuentro en el pueblo. Respecto de mí, no te inquietes, Buda no puede morir mientras exista quienes como tú, son capaces de elegir el camino de cuidar la vida de otros aún sacrificando sus propios deseos por las necesidades de otros. Eso es Buda. Y está en ti."
Jorge Bucay
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