Aun cuando el día esté nublado o lluvioso, la luz divina resplandece todo el tiempo por medio de mí como el sol. El dirigirme a mi interior me pone en contacto con mi esencia divina. Tomo conciencia de todo el resplandor que proviene de mi interior. Siempre existe abundancia de luz irradiando en mi corazón y mente. La luz de mi ser disipa toda sombra.
Mi alma rebosa de luz. Yo soy un canal por medio del cual Dios se expresa. Existen tanto gozo y calidez en mí que tengo que compartirlos en mis interacciones. Mi perspectiva refulgente es contagiosa. Eleva a las personas a mi alrededor y las pone en contacto con su propia luz. También son motivadas a compartir la luz en ellas. La luz divina exuda de mí para alumbrar el mundo.
La oración cambia mi conciencia de la separación a la unidad espiritual.
La gracia es el espíritu de Dios obrando como un poder transformador en mí y en mi vida. Sin importar mis creencias, acciones y pensamientos pasados, la gracia está disponible para mí. Tengo acceso a ella al cambiar mi manera de pensar: elevando mis pensamientos a pensamientos de unidad y armonía. Este proceso eleva mi mente de la limitación humana a la conciencia espiritual.
Una práctica que promueve la renovación de la mente es el uso de afirmaciones y negaciones. Dejo ir creencias falsas y luego afirmo que la gracia de Dios fluye libremente en mi vida. En este estado de despertar espiritual, ya no busco mi bien en el mundo físico; por el contrario, lo encuentro por medio de la conciencia de la presencia de Dios actuando en y como toda vida.
Ciertamente de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.—Juan 1:16
El Salmo 23 afirma consuelo a lo largo del valle más sombrío. A veces, puede que parezca que sólo al encontrarme en un valle sombrío puedo apreciar la sustancia espiritual que me rodea. La fe me recuerda que el consuelo es una cualidad del Espíritu que no depende de las condiciones ni circunstancias en mi vida.
Esta conciencia también me ayuda a ser una fuente de aliento y serenidad para los demás. Puedo serlo cuando reemplazo el drama y el juicio con paz y amor. En cada oportunidad, aun a través de aparentes valles sombríos, encuentro tiempo para aquietarme y saber. Nada puede perturbar la calma que siento y la serenidad que comparto con otros.
Sé que tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida, y que en tu casa, oh Señor, viviré por largos días.—Salmo 23:6