Duele, pero en ocasiones no queda más remedio que decir adiós. Unas veces nos despedimos de un amor, otras de un familiar o una amistad especial…
Decir adiós no es sencillo, y es especialmente difícil cuando la persona que se ha marchado de nuestro lado era un ser querido.
Pero debemos saber decir adiós, aceptar el final, y saber continuar pese al dolor de nuestro corazón.
Los temas de adiós y despedidas son muy difíciles tanto escribir como leer, porque un adiós significa que un vacío ha quedado en tu corazón. En nuestro paso por la vida hay muchos adioses que se dicen a personas que han pasado por nuestras vidas, amigos que se han alejado, amores que nos abandonaron o abandonamos, familiares que hemos amado con todo nuestro corazón y que la muerte se los llevó donde ya nunca mas volverán…
Por cada adiós hay un vacío, no es fácil cerrar los ojos y hacer de cuentas como que no está pasando nada en nuestras vidas, al contrario, de alguna manera son sueños que se nos han ido rompiendo.
Las tristezas del adiós pinchan como una aguja en el corazón. -Diferentes adioses que hemos dado en nuestra vida-
Dolió ese adiós que tuviste que decir, quedaste con el corazón destrozado, tus lágrimas se secaron dejando ojos sin vida, sin luz, pensando en el adiós…
¿Son los demás quienes se marchan, o nosotros quienes nos quedamos? ¿Cual es la medida de la distancia, con los que mueren o con los que dejan de amarnos y simplemente nos olvidan?
¿Quién se va, quien se queda? Una buena pregunta que nos hacemos. Quizás somos nosotros las que nos vamos y los demás quienes se quedan sufriendo… (Para pensar).
El olvido también es una forma de decirnos adiós, significa que ya no estamos en la vida de quienes se alejaron de nosotras; perder así a la persona que se ama es algo fuerte, es como que caminásemos por cuartos oscuros y no encontrásemos luz que nos ayude a salir de la soledad.
Duele mucho decir adiós cuando nos aman y amamos. Por eso nos duele tanto esa palabra, "adiós". -Porque parece eterno-
Pero aun sabiendo el dolor que pasas, recuerda que el tiempo lo cura todo, aunque en ocasiones el proceso parezca interminable. Llegará el día en que despertarás queriendo volver a vivir, deseando renacer de nuevo.
La persona que ama sólo se da cuenta de todo el dolor que conlleva esa pena cuando algo termina, sobre todo cuando es algo definitivo y terminante. En cada etapa de nuestra vida más de una vez debemos decir adiós a alguien que hemos amado, cuando decimos adiós rompemos con todo el pasado y volvemos a ser tan libres como podamos.
-No pienses que tu vida acaba con el adiós- Recordemos con amor y cariño todo aquello que hemos vivido, intentemos olvidar los adioses que nos han dicho y que también hemos dado nosotras mismas. Todos los días supone un constante recomenzar en nuestra vida, nada parece eterno, nada parece para siempre.
Recuerda que sólo muere lo que no era verdadero.
Sigamos con nuestras vidas, con cada caída nos volveremos a levantar. La experiencia nos servirá para madurar. Es bueno guardar silencio cada día, para ver qué nos pasa y hacia donde queremos ir. Debemos aprender a cerrar capítulos para volver abrir otros nuevos, pero con más experiencias y menos fallos. Es bueno que siempre nos miremos al espejo y sepamos desear seguir con nuestra vida, progresar, madurar, luchar y disfrutar.
Recuerda que todos los seres humanos estamos hechos para vivir acompañados, y por muchos malos momentos que hayamos tenido, lo más hermoso es poder volver a empezar, y saber que entre nosotras y nuestra pareja no habrá adioses porque con seguridad habremos encontrado la persona justa para nosotras.
Recuerda que para probar la dulzura de la vida, habremos probado la amargura.
El AMOR SINCERO será lo único que te hará feliz, eso es algo que mereces, puedes lograrlo…
Yo estoy llena de adioses. Los primeros fueron casi sin dolor, aquel adiós que decimos cuando se hace obligatorio, una relación de noviazgo efímero que necesita terminarse, esos fueron casi sencillos, producto de la juventud o de la adolescencia.
Me ha tocado un sólo adiós relacionado con el amor entre un hombre y una mujer, casi no hubo dolor, más bien resignación. Me despedí de él dos veces, el primero fue saliendo de la adolescencia, un adiós romántico, triste, sublime, pero unos años después le dí el segundo adiós, doloroso y definitivo, me dolió inmensamente su partida, se fue como todo un héroe, salvó varias vidas, le quitó varias vidas al mar y no pudo quitarle la suya, el mar le cobró las vidas que le arrancó.
A mis 36 años vino el terrible gran adiós, doloroso, fueron meses pensando en aquel adiós que vendría en poco tiempo, lo ví venir, todos sabíamos que llegaría pronto el momento de decirle adiós.
Era a mi abuelo que también era mi papá. Se me fue la mitad de mi alma con él. Después de su muerte quedé absolutamente destrozada, desvalida, hundida en el dolor y la tristeza, con el corazón hecho pedazos, los ojos destruídos de tanto llorar. Estaba segura que el tiempo no me ayudaría, aunque sabía que tendría que seguir viviendo, pero el tiempo no curaría esa herida. Y no la curó, la herida sigue pero duele menos.
Luego vino el terrible adiós de mi abuela, que también era mi mamá, el dolor intenso igual al otro, más desvalida, desamparada y destruída que nunca, el tiempo tampoco curó esa herida, duele menos pero no la curó. También el de mi papá, otro adiós que me rompió el alma.
Me queda mi mamá, mis hermanos, mucha familia y amigos entrañables, que tarde o temprano nos iremos despidiendo.
Han seguido muchos adioses, dos de mis hermanos, el de amigos, el de mi mejor amiga, muchos más, el tiempo no curó esas heridas, siguen doliendo, siguen saliendo lágrimas. El tiempo solamente hizo que aprendiera a vivir sin ellos.
Sé que vendrán otros adioses más, también a mí me dirán adiós, por muy dolorosos que sean los adioses le pido a Dios a diario que mis hijos me digan adiós a mí.
Pero, yo como seguidora de la doctrina de La Vida Eterna, por mucho que he llorado y lloraré, me reconforto siempre con esto: