Las Alas De Mi Libertad
Mi libertad que nació conmigo, en mayo y libre, sin saber que tenía las alas inmensas, en el rincón de los prejuicios, la encerraron, la creyeron de acero y la golpearon, la creyeron ciega y la eclipsaron, la sobre-pobre-protegieron.
Y con el tiempo…
Mi libertad creció, con un color camaleón sepia, mi libertad olía a ropa guardada, naftalina e incienso, mi libertad era hipócrita, de doble moral y convenida, mi libertad agonizaba cansada y aburrida.
Quería decirle a mi libertad que era libre, libre de veras, pero no me oía, estaba medio sorda, castrada y dormida, en la vieja y húmeda estancia de la esquina de mi vida, sobre sus blancas alas, tristemente encogida.
Mi libertad tenía las alas grandes, inmensas pero débiles y rotas…
Mi libertad curó sus alas rotas, cuando vi de pronto confundida, que me encontraba a mi misma desnuda, llorosa, allí, en cuclillas, frente al gran espejo de mi vida, mirando su gran sombra arrancada de la mía.
Mi libertad la liberé del olvido, con orgullo, con ilusión, con ternura y coloreé sus alas inmensas y blancas, con el dorado ardiente del dolor de mis heridas.
Mi libertad salió un día de su obscuro encierro, cuando tú y yo, tomados de la mano, pudimos caminar por distintos senderos, cuando me amabas pero no era tuya, sino sorprendida, me sentí por vez primera, mía-mía.
Mi libertad tiene ahora, el color del oro y del fuego, el olor de una mañana de Sol, de pasto húmedo recién cortado.
Mi libertad tiene el sabor del vino añejo, cuando de verdades la embebo. Mi libertad mezcla tu perfume y el mío, cuando nos vamos de paseo.
Mi libertad puede volar suavemente, como una caricia de tus blancas manos sobre mis maduros, pequeños pechos, o volar curiosa, estrepitosa y salvaje, como cuando por las noches nos amamos, en la intimidad de nuestro lecho.
Mi libertad celebra ahora mis mayos, tus septiembres, los julios, los octubres, y cada diciembre, que caminando sobre la nieve de nuestros años, al calor de nuestro amor, tiritando se aproxima.
Mi libertad no la comparto con ninguno, pues es tan excelsa y tan mía, que no mira más que con mi mirada, no late más que de mis latidos, no respira más que de mi respiro.
Mi libertad tiene más de cinco sentidos, mi libertad no tiene forma, religión, ni sexo. Mi libertad no cree en Dios ni en el diablo, pero toca con sus puntas aladas, tanto el cielo como el infierno.
Mi libertad viaja de extremo a extremo, mi libertad si vieja, es joven de espíritu, mi libertad me espera callada y sumisa, pero me reclama vehemente y agresiva, cuando piensa que la olvido.
Mi libertad un día, en el que tenía las grandes alas heridas y rotas, alzó vuelo como pudo y me llevó, en un último intento, al punto mas lejano de mi extremo y me hizo tocar con nuestro delirio el cielo.
Desde entonces… mi libertad, es libre, dorada de dicha, blanca de conciencia… mi libertad.
A las alas de mi libertad, grandes, inmensas, heridas y rotas que curaron tu amor y el mío.
Esmeralda Deike
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