Una vez, un niño entró en la sala de emergencia de un hospital tras haber sido atropellado. El motorizado que lo auxilió, al solicitársele que efectuara el depósito necesario para atender al niño, informó que no poseía en ese momento efectivo o cheque que pudiera dejar en garantía, pero que, si el hospital aceptase, efectuaría el depósito a primera hora de la mañana.
La enfermera, ante la imposibilidad de ordenar que el niño fuera atendido, fue a consultar el caso con uno de los directores del hospital que, justamente esa noche, estaba de guardia. El doctor no dio la orden de atenderlo, hecho que condujo a la muerte de la criatura. Cuando un rato después, el médico fue llamado para firmar el deceso del niño, descubre que éste era su hijo, quien pudo haberse salvado si hubiese sido atendido…
Cuando se pierde la sensibilidad en la vida, podemos perder mucho más que dinero, reputación y cosas. Podemos perder aún lo que más amamos. Compasión y sensibilidad son dos elementos vitales para guardar con mucho celo, porque a la larga podrían ser beneficiados los más cercanos y amados.