Este hombre no puede recordar el rostro de la mujer que amó. Inútilmente se esfuerza en traer a la memoria los rasgos de la amada: se le pierden, como si aquella hermosa faz hubiese estado hecha de agua.
Anoche la soñó. Estaba ella junto a una ventana, y la luz del sol dibujaba sus facciones con perfecta claridad. El hombre se alegró en su sueño: seguramente la recordaría al despertar. No fue así: recordaba la ventana y el claro resplandor, pero otra vez había olvidado el rostro que adoró.
Espera soñarla de nuevo alguna vez. Todas las noches se va a la cama con la esperanza de ese sueño. Y siempre llega el sueño, pero el sueño nunca llega.
Muy rara cosa es la memoria, piensa el hombre. Nos hacer olvidar cosas que quisiéramos recordar y nos hace recordar cosas que quisiéramos olvidar. Colaboración de Mario Pablo Vazquez de México, D.F.
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