Son tantas las bondades que recibo diariamente de mi Señor, que no tengo la menor duda de que Él está en mí y yo en Él, en una perfecta comunión de alma y de espíritu, que me permite contactarme con mi Creador en el momento que yo lo quiera. Sólo basta con cerrar mis ojos y abrir las puertas de mi corazón para que Él entre en mí, para que invada mi mente, mi cuerpo, mis sentidos de su infinita presencia, y sienta, cual manantial de aguas cristalinas cómo fluye su Amor dentro de mí ... Es un torrente de energía, vibrante y vivificante que sacude todo mi ser y fotalece las células de mi cuerpo ... Es la presencia viva de Dios en mí, como un maravilloso testimonio de su Amor.
Entonces, no tengo miedo, a nada, ni a nadie. Y aunque sé que existe la maldad, el peligro, y las fuerzas destructivas del enemigo, no tengo miedo, porque sé que Dios está en mí. Él es mi roca, mi castillo y mi fuerza. Él es todo lo que yo necesito para ser felíz, y hacer felices a los demás. Porque si Dios está conmigo ... ¿Quién podrá estar en contra de mí? ... ¿Quién podría atentar en mi contra, si Él es mi escudo y mi estandarte? ... Vienen a mi mente entonces las palabras del salmista, que dicen, "Y aunque anduviere en valles de sombra y de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo", y automáticamente una fuerza indescriptible se apodera de mí y me da la paz que tanto necesito.
Ahora sé, que vaya adonde vaya, El Señor siempre estará junto a mí, me tomará de su mano y me conducirá por los caminos que Él me haya señalado. Y cuando mis fuerzas se agoten me tomará en sus brazos y dejará que recline mi cabeza sobre su dulce regazo, y hará que mi carga sea más liviana, y aunque yo no pueda verlo materialmente sé que Él está ahí en espíritu, y lo sentiré a través de la brisa del viento acariciando mi rostro, en los rayos del sol calentadndo mis días, en el brillo espectacular de la luna y las estrellas iluminando mis noches, o, simplemente en la dulce sonrisa de mis seres amados y mi prójimo invitándome a amar, a vivir, y agradecer por todo lo que Dios ha hecho por mí.
Mientras tanto, quiero seguir gozando de su Amor y su misericordia, quiero vivir para Él, y ser merecedor de su bondad. Quiero compartirlo con cuantas personas lean este testimonio, y que a partir de ese momento lo hagan también suyo, y que seamos muchos más en el mundo los que unidos en un solo corazón podamos gritar a los incrédulos que Dios existe, que Dios es un Dios vivo, y qué maravilloso es tener a Dios dentro de nuestras vidas y de nuestro hogar.