Si tan solo tuviéramos la fe del tamaño de un granito de arena... seríamos testigos de cosas maravillosas. Y es que, lamentablemente, el ser humano espera recibir sin hacer el menor esfuerzo, sin dar de sí mismo esa parte importante que Dios espera de nosotros, que unicamente cada cual puede activarla y que se llama FE, porque el poder de la fe es tan grande, y solo semejante al amor de Dios, que por medio de la fe podemos alcanzar lo inimaginable. Lo que para el hombre y la ciencia resulta imposible, para Dios no lo es, sencillamente, porque para Dios no hay nada imposible. Y cuantos testimonios tendríamos para contar en los que el poder de la fe ha actuado de tal manera que ha dejado a muchos incrédulos con la boca abierta, incluso hasta la misma ciencia ha dicho que no encuentra explicación alguna ante tal o cual acontecimiento, y admite que " solo un milagro " pudo haber conseguido lo inexplicable.
Ese milagro, se llama FE, una fe firme y poderosa, capaz de mover montañas, cielos y mares... una fe tan grande que se anide en lo profundo de nuestro corazón y que jamás dude del poder de Dios, porque vive y se alimenta de cada palabra que sale de nuestra boca y que se eleve al infinito convertida en oración... Que aun en los momentos más difíciles de nuestra vida, entreguemos todo en las manos de Dios y confiemos en que Él hará su voluntad y nos dará la fortaleza para aceptar esa voluntad, conscientes de que será lo mejor para nosotros y para nuestros seres queridos... Una fe tan grande y poderosa, que nos torne incorruptibles frente a tanto materialismo y miseria humana, manteniendo la " llama de nuestro amor " encendida hacia el prójimo, y que esta llama sirva para que otros también encuentren la luz y puedan ser salvados de las tinieblas... Una fe tan grande y poderosa que deje huellas indelebles de nuestro paso por esta vida, una vida cuyo centro sea sólo Dios.
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