LA JOYA
Una vieja historia de peregrinos del desierto cuenta acerca de un viajero que encontró a un árabe, muy pensativo, descansando al pie de una palmera en un oasis.
Se podían observar sus caballos cargados de bolsos repletos. Era evidente que se trataba de un comerciante opulento, que comerciaba objetos de valor, joyas, perfumes y tapices.
¡Buen amigo, salud! Te veo preocupado ¿puedo tal vez ayudaros en algo?,preguntó cordialmente el recién llegado, con ganas de entablar una conversación.
-Es mucho el dolor que siento-respondió el hombre meditativo-He perdido la más preciada de las joyas, y eso es irreparable.
-Estimado amigo, puedes reponerla con facilidad, lleváis tesoros sobre tus caballos, eres rico...repuso el interlocutor.
Era una alhaja que no volverá a repetirse nunca, nadie puede construir otra igual, trabajada en un pedazo de piedra llamada vida, en el taller del tiempo.
Estaba adornada con 24 brillantes, alrededor de los cuales se agrupaban sesenta esmeraldas pequeñas, ya véis como tengo razón al deciros que no podré tener otra alhaja igual.-contestó el árabe. Comprendo. Has perdido un bien muy preciado amigo, pero a fe mía, estoy seguro que con buen dinero podrás conseguir algo similar-replicó el viajero.
La joya que he perdido era una perla que no volveré a encontrar jamás. Se llamaba: Un día.
Sólo aquel que valora su fugacidad como una joya única, sabe del dolor que significa perder irremediablemente un día de su vida.