No te voy a decir que quiero ser la arena que tus pies desnudos acaricie, ni los rayos del sol que bajen jubilosos a dorar más aún la fina miel que forma tu epidermis, ni el agua que la abrace con su espuma ni el viento que la bese y agite sus cabellos.
Sólo quiero pedirte que no dejes que el beso y la caricia de la arena y las olas, de la luz y del aire, destruyan la huellas de los míos ni mi recuerdo que te sigue como muda presencia inevitable.
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