Flor de un día Yo di un eterno adiós a los placeres cuando la pena doblegó mi frente, y me soñé mujer, indiferente al estúpido amor de las mujeres.
En mi orgullo insensato yo creía que estaba el mundo para mí desierto, y que en lugar de corazón tenía una insensible lápida de muerto.
Mas despertaste tú mis ilusiones con embusteras frases de cariño, y dejaron su tumba las pasiones, y te entregué mi corazón de niño.
No extraño que quisieras provocarme, ni extraño que lograras encenderme; porque fuiste capaz de sospecharme, pero no eres capaz de comprenderme.
¿Me encendiste en amor con tus encantos, porque nací con alma de coplero, y buscaste el incienso de mis cantos?... ¿me crees, por ventura, pebetero?
No esperes ya que tu piedad implore, volviendo con mi amor a importunarte; aunque rendido el corazón te adore, el orgullo me ordena abandonarte.
Yo seguiré con mi penar impío, mientras que gozas envidiable calma; tú me dejas la duda y el vacío, y yo, en cambio, mujer, te dejo el alma.
Porque eterno será mi amor profundo, que en ti pienso constante y desgraciado, como piensa en la vida el moribundo, como piensa en la gloria el condenado.ANTONIO PLAZA |