ALGUIEN ME ENSEÑÓ...
A ser consciente del privilegio de la vida. A responder con ello a los talentos que Dios me ha dado. A ser feliz, siendo yo mismo(a) conforme a mi vocación y a mis sueños. A tener el coraje de ser libre para elegir mis caminos, venciendo mis temores y asumiendo las consecuencias de mis actos. A tener alegría para construir mi felicidad. A tener éxitos, pero también fracasos, que me recuerden mi condición humana, la grandeza de Dios y el peligro de la soberbia. A querer el presente, elegir el futuro y trabajar para conseguirlo. A recordar el pasado, pero no vivir en el ayer; a soñar en el futuro sin despreciar el presente. A perdonarme mis errores, mis culpas y mis caídas. A tener el suficiente valor para pedir perdón y a perdonar a otros, olvidándome de los rencores. A renacer cada día. A sentir que Dios vive en mí y agradecerle su infinito amor, su entrega incondicional y su presencia. A dejar de sobrevivir y atreverme a vivir.
A hacer de cada día, un día especial para los demás y para mí. A entender que, al igual que otros(as), se puede ser buen(a) hijo (a), hermano(a), esposo(a), guía y amigo(a). |