Al decir que las penas son fugaces en tanto que la dicha persevera, tu cara es sugestiva y hechicera y juegan a los novios los rapaces.
Al escuchar la apología que haces del mejor de los mundos, se creyera que lees a Abelardo... En voz parlera dialogas con los pájaros locuaces.
De pronto, sin que tú me lo adivines, cual por un sortilegio se contrista mi alma con la visión de los jardines,
mientras oigo sonar plácidamente los trinos de tu plática optimista y el irisado chorro de la fuente.
Ramón López Velarde
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