LA MUJER ESTÉRIL
La mujer que no mece a un hijo en el regazo;
cuyo calor y aroma alcance a sus entrañas,
tiene una laxitud de mundo entre los brazos;
todo su corazòn congoja inmensa baña.
El lirio le recuerda unas sienes de infante;
el Ángelus le pide otra boca con ruego;
e interroga la fuente de seno de diamante
por qué su labio quiebra el cristal en sosiega
Y al contemplar sus ojos se acuerda de la azada
piensa que en los de un hijo no mirará éxtasiada;
al vaciarse sus ojos, los follajes de octubre.
Con doble temblor oye el viento en los cipreses
¡Y una mendiga grávida, cuyo seno florece
cual la parva de enero, de vergüenza la cubre!
GABRIELA MISTRAL