Atuendo otoñal Marcelo D. Ferrer La Plata, Buenos Aires, Argentina.
Como suspiro de golondrina, que llega, reclina... y emigra, expiró el verano.
El otoño despliega sus opacos paños, matizando de ocre florecidos prados... Renegado encuentro con los nódulos palpables del paso aletargado de incromáticas tardes...
Al fenecer la veraniega fiesta, se desviste la naturaleza en agonía lenta, sumérgese bajo la tierra su grandilocuencia a elaborar toda materia para la vida nueva... Se repliega la naturaleza y se espabila la pereza... Fuera, la ajena soledad de las hojas muertas en su póstuma misión de nutrir la tierra. Dentro, renace la inquina fulgurante de un verano que se lleva el siestero y el plácido despertar asido a un mate. El Oste sopla el agobio..., se renueva el aire. Una danza otrora aletargada ahora es danza alocada de paños inquietos en la sala de estar. La cerveza fría cede el paso a un té caliente y frugal... y el romancero de grillos, lunas y pastizal es ahora tenue zumbido de viento otoñal... Expiró un verano de noches tibias, de charlas junto a la alberca y remojón lunar... de morenos rostros y pieles puestas a broncear, de algazaras espontáneas e hilaridad... en el sur, un año más ha dado de comenzar.
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