Solo quedó una, y el pastorcito, acercándose al limite del estanque, le hablo dulcemente y le suplico que se casara con el. Sus tiernas palabras convencieron a la muchacha llegada del cielo. El muchacho se quito la camisa, la cubrió y la llevo a su casa.
Una vez casados, la muchacha le contó al pastorcito que ella era una diosa tejedora, su habilidad era tan grande que pronto se beneficiaron de su trabajo y pudieron llevar una vida muy confortable.
Eran muy felices y tuvieron dos hijos, un niño y una niña. Pero los dioses no dejaron de lamentarse por la perdida de su diosa tejedora y quisieron volver a tenerla en el cielo.
Cuando el gran dios descubrió que estaba viviendo con el pastorcito, pensó que aquello era demasiado, y envió a sus guardias a la Tierra para que se la llevasen por la fuerza a sus dominios celestiales.
El pastorcito y sus hijos no pudieron hacer nada frente a los guardias, y vieron con lágrimas en los ojos como se la llevaban y desaparecían cielo arriba. Pero mientras ocurría esto, se oyó un mugido en el establo.
Pastorcito le dijo el buey, te haré un último favor. Me moriré aquí antes de ir al cielo. En cuanto me halla muerto, quítame el pellejo, envuélvete en el y encontraras a tu esposa.
Apenas hubo terminado de hablar, el buey cayo muerto. El pastorcito, tristísimo por haber perdido a su amigo y consejero, hizo cuanto el le había dicho.
Se envolvió en la piel y se puso un palo en los hombros que sostenía un cesto a cada lado. Coloco en un lado a su hijo y en el otro a su hija, y para equilibrar el peso, como la niña era más pequeña, metió también un cazo en su cesto. Una vez hecho esto, salió de su casa y se dio cuenta de que empezaba a volar por los aires, exactamente como había hecho su esposa.
Pronto vislumbró la imagen de la joven tejedora a lo lejos.
El gran dios se alegro mucho al ver regresar a la muchacha, pero palideció de horror al ver que la seguía su esposo tan de cerca. Entonces trazó con su mano una línea a través del cielo.
La línea se convirtió en la Vía Láctea y formo un amplio río que el pastorcito no pudo atravesar.
Este se detuvo un momento, sin saber que hacer, hasta que su hija le dijo;
- Padre, podemos vaciar el río con el cazo y así podremos atravesarlo y estar con mama.
El pastorcito se puso a trabajar y sus hijos le ayudaron, intentando recoger el agua con sus manos, pero no conseguían vaciar el río.
Cuando los dioses vieron que el pastorcito y sus hijos persistían, a pesar de lo difícil de la empresa, se conmovieron y el gran dios decidió que marido y mujer se vieran una vez al año.
Así, decretó que durante el séptimo día del séptimo mes, cada año, todas las urracas de la tierra volarían al cielo y harían un puente sobre el agua de modo que el pastorcito y sus hijos pudieran cruzarlo y cada vez que la joven tejedora se encontraba con su esposo se sentía tan feliz que a veces lloraba, y aquella noche la tierra recibía una lluvia muy beneficiosa.
Entonces, todas las madres de la Tierra decían a sus hijos:
- Pobre tejedora, ya esta llorando otra vez.
El pastorcito y la tejedora permanecieron tanto tiempo en el cielo que al final se convirtieron en estrellas.
Cuando miramos al cielo, a un lado de la Vía Láctea vemos una estrella brillante con dos estrellitas a su lado: son el pastorcito y sus dos hijos. Junto a la tejedora, hay otras tres estrellas, y se dice que son el bastón con que el pastorcito guardaba su ganado y que sirvió para llevar a sus hijos.
Junto a este hay otras cuatro estrellas, y se dice que pertenecen a la lanzadera de la tejedora. Se cuenta que durante los muchos días y noches en que están separados se envían mensajes por medio del bastón y la lanzadera por encima del río.
Mirando estas estrellas brillantes, todos los enamorados que no están juntos recuerdan al pastorcito y la tejedora y cobran valor ante su ejemplo de amor y fidelidad.
Cuento Hainán, Perteneciente a Asia.