Un hombre estaba perdido en el bosque. Había probado ya varios senderos, con la esperanza de que alguno de ellos
le condujese fuera, pero todos volvían a converger en el mismo punto, justo dónde él se encontraba ahora.
Aún le quedaban por probar otros cuantos, pero se encontraba cansado y hambriento, así que decidió tomarse un
descanso antes de coger una nueva sena.
Mientras estaba allí sentado preguntándose qué sendero tomar, vio acercarse a otro viajero. Inmediatamente se
puso de pie y gritó: ¿Me puede ayudar? Me he perdido. El otro hombre dio un suspiro de alivio y replicó: yo también
estoy perdido. Ambos comenzaron a intercambiar información y pronto descubrieron que entre los dos habían recorrido
ya muchos de los caminos existentes.
Ahora se ahorrarían trabajo y podrían evitar tomar senderos erróneos que uno u otro ya conociesen. Muy pronto
los dos hombres estaban contándose sus desventuras con buen humor, lo que les ayudó a olvidarse del cansancio y
el hambre. De esta manera, continuaron su viaje.
La vida es como un bosque: a veces nos perdemos y nos sentimos confundidos, pero si compartimos nuestras
experiencias e impresiones con los demás, el viaje no parecerá tan desalentador y puede ser que juntos
encontremos mejores caminos y modos de vivir.
Adam J. Jackson