Reflexion para el día de
Navidad
Palabra de Dios:
"Y sucedió que mientras estaban allí, se le
cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, lo
envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos
en la posada." (Lc 2,6-7)
Lectura:
Alegrémonos, porque hoy nos ha nacido el Salvador.
Nadie puede estar triste, porque hoy es el nacimiento de la vida que destruye el
fruto de la muerte y nos llena con la alegría de la promesa eterna. Nadie se
sienta excluido de participar a tan gran gozo, porque todos participamos de la
misma alegría. Alégrese el santo porque se acerca la palma de la victoria.
Alégrese el pecador porque se le concede el perdón. Anímese el pagano porque se
le ofrece la vida.
Reflexión:
Los hechos acaecidos en la noche de Belén no pueden
ser abarcados con esquemas de una descripción de cronista. Para llegar a conocer
todo hay que calar hondo en el desarrollo de los acontecimientos a la luz de las
palabras del profeta Isaías: "Un niño nos ha nacido, un niño nos ha dado. Lleva
al hombro el principado, y es su nombre." ¿Qué clase de principado hay en el
hombro de éste niño, que, a la hora de su venida al mundo, ni siquiera tenía un
simple techo humano sobre su cabeza, y como primera cuna tuvo un pesebre de
animales? En la noche de Belén nos preguntamos acerca de éste principado. ¡Qué
trae consigo al mundo el recién nacido? Hemos oído que con el ángel que anunció
a los pastores el nacimiento del Salvador "apareció una legión del ejército
celestial que alaba a Dios diciendo: Gloria a Dios en el cielo y paz en la
tierra a los hombres que Él quiere tanto". Pues bien, en esta anunciación de
Belén encontramos respuesta a nuestra pregunta. ¡Qué principado se ha colocado
en el hombro de Cristo en esa noche? Un poder único. El poder que solamente él
posee. En efecto, sólo él tiene el poder de penetrar en lo profundo del alma de
cada hombre con la paz del gozo divino.
Saludémoslo con agradecimiento y alegría, en esta
noche radiante.
¡Venite Adoremus!
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