Vivía solo…en su cabaña…, alejado de la gente…; para aliviar su renguera se apoyaba en un bastón…; no tenía dinero alguno…y comía frugalmente…, ¡pero que inmensa riqueza guardaba en su corazón!
Cada mañana, en su huerta, cantaba una cancioncilla…; les hablaba a sus plantitas con delicada ternura…; preparaba bien el suelo…y al echar cada semilla, a la tierra y a los cielos le agradecía su ventura…
Pobre de toda pobreza, nunca supo en su existencia, de las mieles consabidas: “salud…dinero…y amor…”, y sin embargo…¡que dicha que irradiaba su presencia…!: ¿es que habría hallado el secreto de una vida superior…?
El otro, en cambio, vivía en una mansión lujosa, disfrutando los placeres que nacen del acomodo…, siempre rodeado de amigos…y de mujeres hermosas…: apuesto…sano…y querido…¡parecía tenerlo todo!.
Rico de toda riqueza, disponía, en su camino, de aquello que todos buscan: “salud…dinero…y amor…,” y sin embargo cargaba –como una cruz en su sino-, la sombra indisimulada de un apagado dolor…
(Tal vez alguien se pregunte…: “¿cómo puede ser posible, que ese que nada tenía…vivía feliz en su choza…, y el otro, que tenía todo…sufría hasta lo indecible…?: ¿cuál es el secreto, entonces, para una vida dichosa…?”)
¡El secreto siempre se halla en los ojos del que mira!: ¡las circunstancias externas no tienen poder real…! ¡Es uno el que pone en ellas, …su verdad…o su mentira…! …que la vida, compañero…, ¡es un estado mental…!
Jorge
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