Si acaso algún día sentís que te pesa, una antigua carga de viejas tristezas…, decretá en silencio…con pura intención: “¡Hágase la luz en mi corazón!”
Si tal vez te aprieta, con cruda impiedad, el duro espantajo de la soledad…, afirmá sereno , -como una oración-: “¡Hágase la luz en mi corazón!”
Si el abatimiento te ronda angustioso…, y parece oscuro…, sin fondo tu pozo…, proclamá en voz baja…con honda emoción “¡Hágase la luz en mi corazón!”
Si nada te sale como lo querías, y te va ganando la insulsa apatía…, declará con fuerza, y con decisión: “¡Hágase la luz en mi corazón!”
¡Que todo lo puede la intención divina!, y tu vida entera por fin se ilumina, cada vez que ordenas, -con sagrada unción- : “¡Hágase la luz en mi corazón!”
Jorge
|