En el interior de cada persona se libra una gran batalla.
Por un lado se encuentra el águila que asciende.
Todo lo que el águila representa es bondad y belleza.
Esta se eleva muy por encima de las nubes y aun cuando cae en picada hacia los valles, construye su nido en los riscos verticales de las montañas.
Esta águila se alimenta de esfuerzo y entrega, forma también parte de su menú el sacrificio y las luchas.
Está acostumbrada a soportar privaciones y lleva con hidalguía las pruebas.
Nunca se derrota y está siempre dispuesta a volver a empezar.
Al otro lado de nuestro interior se encuentra la escurridiza serpiente, la víbora de cascabel.
Este taimado y engañoso reptil representa los peores aspectos de una persona, su lado oscuro.
La serpiente se alimenta de los fracasos y caídas de las personas.
La depresión es otro de sus bocados y se justifica a sí misma por su presencia en la masa escurridiza.
Por eso nos enseña a huir y a nunca enfrentarnos a nosotros mismos.
Tiene la facilidad de arrastrarnos a los vicios y suscitar en nosotros nuestros más bajos instintos...
La gran pregunta es: ¿Cuál de las dos ganará la batalla por nuestra vida?
La respuesta es más sencilla de lo que nos imaginamos: ¡Ganará la que más alimentemos!
¿A cuál estás alimentando más?
Si en tu vida toma control el fracaso y la mediocridad que te llevan a eludir constantemente tus responsabilidades...
¿No será que dejaste que la serpiente se enseñoreara en tu vida?
Dios no nos creó para el fracaso, y aunque digamos que ésta nos ha traído muchos sinsabores, también es cierto que nos ha regalado experiencias maravillosas y felices junto a nuestros seres queridos.
¡¡Deja de alimentar a la serpiente y de quejarte de tu propia suerte!!
¡¡Si te caíste, sigue el ejemplo del águila y vuélvete a levantar!!
"Porque nunca nos ha enviado el Señor una prueba que no podamos soportar sino que juntamente con la prueba nos dará la salida para que podamos resistir"