¿Enterrar o Incinerar?
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Ni el entierro ni la incineración nos devolverán al ser arrebatado por el infortunio del destino, pero puede que uno de los dos actos nos lo haga más llevadero, o por lo menos nos dé más tiempo para poder asimilar la pérdida de ese ser tan querido.
De toda la vida los muertos han sido enterrados o incinerados, dependiendo del culto a los muertos que imperara en ese momento y en ese lugar.
Un entierro es tan rápido que no da tiempo a darse cuenta ni tan siquiera de que alguien se ha muerto, hoy están dando el pésame a los familiares en el tanatorio y a las pocas horas están sellando el féretro en el nicho, todo ello rodeado de un gran dolor, lo cual nos conlleva a que los familiares que sufren la pérdida de ese ser tarden mucho más en asimilarlo y el tiempo de duelo sea más doloroso.
Aquella familia que ha decidido incinerar a su difunto, aún sin saberlo, se les hará mucho más llevadero porque cuando vayan a recoger las cenizas de su ser querido volverán a reencontrarse con él pero en un estado más sereno y conscientes de que aquél ser ya no reside entre ellos pero que saben que está con ellos porque sus cenizas así lo delatan, pudiéndole susurrar todo aquello que en el tanatorio no le dijeron.
Todos criticamos el comportamiento de muchas familias que después de recoger la urna, con las cenizas de su difunto, no se desprenden de ella de manera inmediata, pero lo lógico y cierto es que nos equivocamos. Aquella urna que se encuentra guardada y recelosamente escondida de los intrusos en el seno de esa familia, está ayudando a que el verdadero tiempo de duelo sea exactamente el preciso y necesario e incluso menos doloroso, ya que todos piensan que él todavía no se ha ido y que continúa con ellos, escuchándolos y viéndolos, como uno más.
Y al final llega el día que esa familia a asimilado la perdida de ese ser y todos deciden liberar las cenizas de aquella urna para que ese ser siga el viaje de su destino y vuelva a ser libre.
El acto de esparcir las cenizas en el mar o en algún otro lugar es tan bonito y emotivo como triste y que apenas se pude describir si no es viviéndolo, es el último a dios que damos a ese ser que estuvo entre nosotros.
Es como un nuevo despertar para ese ser tan querido, es como una liberación del cuerpo sobre el alma.
Es un acto que no tiene ninguna similitud con el entierro de un féretro en un triste nicho.
Desafortunadamente algunas sensaciones hay que vivirlas para poder comprenderlas.
Es una pena que hoy por hoy haya algunas personas que aún desconozcan la diferencia entre arrojar y esparcir las cenizas en el mar de un difunto, y más penoso es cuando se trata de profesionales. Arrojar a mí me suena fatal, la expresión exacta es esparcir.
A lo mejor es que todavía hay personas que no saben diferenciar entre enterrar o incinerar y menosprecian un acto u otro.
Los dos actos merecen un gran respeto.
La diferencia entre que te entierren o te incineren estriba básicamente en que tu cuerpo se pudra en un agujero o sea esparcido limpiamente en algún sitio del universo.
Tampoco es muy lógico incinerar a un ser y guardar sus cenizas para siempre en un nicho, ya que la magia de poder esparcir las cenizas dando libertad a lo que quedo de ese cuerpo se pierde, quedando ese cuerpo preso en un triste agujero de cualquier sitio.
El Ultimo Adios