Mar del amanecer
Alegre, tranquilo, acaricias la nave. Tan sereno como el monte, tu guardián eterno.
La leve música del agua se confunde con el silencio. Claro murmullo, como el lento pasar de pájaros en vuelo.
La espuma de tus ondas baña la luz y el fuego del sol, que las adorna con los colores del espectro.
Una banda de peces voladores, como una procesión de puntos negros, te arroja su mancha de tinta... Al golpe, repentinamente ciego chocas contra los flancos de la nave, que regocijas con tu juego.
¡Mar del amanecer, mar que eres niño, rosado por la aurora, movido por el viento, cantado por los hombres y acariciado por el pensamiento!...
Enrique González Rojo
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