DISCUTIR
Cuando discutes con alguien, lo haces con la esperanza de que te comprenda, y en muchas ocasiones, para vencerlo.
De lo que no tomas conciencia, es que eso NUNCA sucede.
Quiero que pienses en este momento
¿Cuál fue la última vez que ganaste una discusión?
Probablemente, te encontrarás con la respuesta de que nunca has ganado una discusión.
Es posible que tuvieras razón, pero la otra parte nunca lo admitió.
¿Me equivoco?
Esto sucede, porque en una discusión, las personas no defienden sus puntos de vista...
SE DEFIENDEN A SI MISMAS.
La idea la hacen parte de su persona y aunque se den cuenta que no tienen razón, la defienden hasta el final.
¿Comprendes la inutilidad de esto?
Porque cuando discutes, la otra persona no está reaccionando ante tus ideas...
Estás rozando las heridas de su pasado, en las que otras personas la humillaron y mediante la discusión la vencieron.
Por eso reacciona de forma tan violenta.
Mi hermana me comentó la historia de un profesor.
De pequeño, en el momento que quiso intervenir en una conversación de adultos, su padre le respondió "los niños no opinan".
Y se calló. Pero guardó esa herida.
Cuando creció y fue padre, su hijo intervino en una discusión de adultos. Entonces, reaccionó a la herida que tenía en su niñez. Y respondió de la misma forma a su hijo "los niños no opinan".
Pero el hijo, para su sorpresa, le sacó toda una letanía de los derechos de los niños.
Atrás de una persona que discute mucho y aplasta con su lengua, hay una persona muy herida en su pasado.
La comprensión lleva al amor.
Las personas subestiman el poder de cambiarse a si mismas, pero sobreestiman el poder de cambiar a otras.
Cuando veas que la discusión se hace con espíritu de aprendizaje ¡ADELANTE!
Pero si detectas que comienza a ser una guerra de egos...
Retírate a tiempo.
Vive tu vida conforme a tus creencias y deja vivir a los demás de acuerdo a las suyas.
Autor: Edgar Martínez
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